sábado, 16 de octubre de 2010

Libro de Roberto Aizenberg



AIZENBERG es el volumen que celebra la vida y obra del artista Roberto Aizenberg (1928-1996), a través de 285 páginas, 40 fotos del archivo, 250 obras reproducidas, con una Introducción de la historiadora británica Dawn Ades y un texto de la crítica argentina Victoria Verlichak, la edición esta a cargo de Silvia Bloise, curadora de la obra de Aizenberg. Una exhaustiva cronología, bibliografía y reproducción de textos del propio Aizenberg, completan la semblanza de este “artista argentino imprescindible”.

En su Introducción a AIZENBERG, la reconocida experta en Surrealismo, Dawn Ades concluye que “(…) Roberto Aizenberg fue uno de los grandes artistas de la Argentina del siglo XX, formó parte de su historia; pero ése no debe ser su único reconocimiento. Su lugar está en la historia global del arte del siglo XX”.

La historiadora recuerda que vino en 1986 a Buenos Aires y visitó al artista. “Yo me había enamorado de sus torres y quería conocer más sobre su trabajo. Me pareció asombroso que un artista de su visión y talento fuera prácticamente desconocido en Inglaterra y en el resto del continente europeo. Esta primera visita a la Argentina fue parte de la preparación de “Arte en América Latina 1820-1980”, una inmensa muestra en la Hayward Gallery… Si hoy tuviera la oportunidad de curar una exposición que lo permitiera, se la dedicaría a Aizenberg”.

Por su parte, Victoria Verlichak entrecruza aspectos de su rica obra y apasionada vida, descubriendo incluso el origen de algunas de sus imágenes que se intuyen herméticas.

Verlichak sostiene que “El excepcional Roberto Aizenberg pinta ideas y revelaciones, intentando captar el imperceptible estremecimiento del universo y entablando una relación amorosa con sus obras. La imposibilidad de aislar un único significado es lo que ahonda el continuo y renovado misterio de su producción, capaz de suscitar la reverente admiración que surge de lo bello.

“Sus deslumbrantes composiciones, en donde por momentos coexisten lo sublime y lo siniestro, una precisión perturbadora y una atmósfera mística, parecen haberse asomado a la eternidad con la fuerza de aquellos que aspiran a ella”.

AIZENBERG

Prólogo Dawn Ades.

Texto Victoria Verlichak.

Edición al cuidado de Silvia Bloise.

285 páginas, 40 fotos del archivo, 250 obras reproducidas.




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lunes, 1 de diciembre de 2008

Primer Hogar de Aizenberg




Casa donde Roberto Aizenberg pasó sus primeros años de vida en Federal, Entre Ríos. Ahora es un gimnasio.

Exposición en Galería Ruth Benzacar Octubre 2008


Fotos Daniel Kiblisky

AIZENBERG

Por Victoria Verlichak

Constelaciones de imágenes en AIZENBERG, inusual muestra que invita a asomarse a ciertas visiones del proceso de producción de Roberto Aizenberg (1928-1996), inaugurando umbrales fuera del tiempo y de territorios conocidos. Inclasificable –con improntas metafísicas, desarrollos surrealistas, geometrías líricas–, el artista construye una obra notable también por lo circular.

Indicios que se conectan, la sucesión de diseños que discurren entre la figuración y la abstracción y que acompañan la reunión de dibujos y óleos, ofrecen al espectador la ilusión de poder adivinar el pensamiento del artista. Ensueño improbable, él se asume como “transductor”, como instrumento de recepción y transmisión de información. Aun cuando subrayan diversas síntesis y énfasis, las piezas traslucen y provocan una sensación de permanente y prodigioso asombro.

Las imágenes desplegadas señalan la inexistencia de etapas en las expresiones del artista y, mayormente, exhiben huellas de vínculos entre ellas antes que escenarios y argumentos discernibles. Es que Aizenberg dibuja y pinta ideas y revelaciones, intentando captar el imperceptible estremecimiento del universo. La imposibilidad de aislar un único significado es lo que ahonda el continuo y renovado misterio de su producción, capaz de suscitar la reverente admiración que surge de lo bello.

Por momentos, hasta es imposible distinguir hacia dónde va la línea, puesto que la utiliza como elemento independiente tanto como límite para el color, mientras que el negro resuelve el problema de la profundidad de las figuras, del volumen de los fragmentos y formas facetadas. Como en De Chirico, la sombra es un elemento decisivo en su pintura.

Trabaja hasta la perfección cada una de sus piezas, no las abandona hasta no lograr encandilar. La refinada factura de sus trabajos, sin desbordes ni estridencias, es producto de un proceso de paciente construcción y depuración que sosiega la sinrazón y el azar que brotan en sus dibujos automáticos, en los que se perciben tanto el trazo que persigue quimeras, proyecta insólitas anatomías y parejas desparejas, como el que dispara una sucesión de líneas rígidas o danzantes.

La propia demanda de belleza y el cuidado casi obsesivo de las realizaciones parecen refutar el proclamado uso del “automatismo”, su método de indagación. En su pintura, pero también en muchos de sus dibujos, la sensación es diametralmente opuesta; todo parece estar controlado. Consciente de esta contradicción, Aizenberg explica que con Batlle Planas aprendió tempranamente a “saber perder…, a desechar esas imágenes seductoras que surgen a menudo en la práctica automática y que no son ni esenciales ni profundas”.

El proceso de un cuadro de Aizenberg es extenso, prueba de ello son los bocetos pequeños que luego amplía a un tamaño grande, al principio de su trayectoria usando la cuadrícula y luego un proyector.

Aizenberg considera a los dibujos como su “reserva intelectual”. En ellos independiza el gesto y hace converger una serie de imágenes que, multiplicadas y resignificadas, enmascaradas o evidentes, constituyen gran parte de la iconografía que el artista utiliza una y otra vez. Los motivos y apariencias que reinventa obsesiva y lúcidamente aparecen como piezas de un fantástico rompecabezas que suelen transmutarse en pinturas, dibujos, collages y esculturas, habitualmente enmarcadas en una atmósfera metafísica.

Abrazadas por extraordinarios cielos o suspendidas en un vacío infinito, bañadas por una luz transparente, las obras frecuentan el enigma y bucean en mundos herméticos, gozosamente bellos y desoladoramente impenetrables, confirmando que, como escribe Dawn Ades*, “Roberto Aizenberg fue uno de los grandes artistas de la Argentina del siglo XX, formó parte de su historia; pero ése no debe ser su único reconocimiento. Su lugar está en la historia global del arte del siglo XX”.



* AIZENBERG, Victoria Verlichak, prólogo de Dawn Ades. Fotos del archivo del artista y obras seleccionadas por Silvia Bloise, conservadora del acervo Aizenberg. Buenos Aires, Argentina, 2007.

martes, 18 de noviembre de 2008

La máquina del tiempo

Arte
La galería Ruth Benzacar propone un viaje alucinante, sin destino final a la vista, que comienza con el cruce de las obras de Roberto Aizenberg y Adrián Villar Rojas. La simultaneidad y las bifurcaciones infinitas parten de un mismo centro: testimonian el proceso a través del cual el deseo nos habla, nos urge y nos transforma
LANACION.com | ADN Cultura | Sábado 15 de noviembre de 2008

lunes, 17 de noviembre de 2008

Fuegoverde

Por Tomás Espina 

Alumno de Berni y de Batlle Planas, homenajeado por el Di Tella en el '69, Roberto Aizenberg (1928-1996) es el autor de una obra de un rigor, un ascetismo y una búsqueda asombrosos. Ahora, una extraordinaria muestra en Ruth Benzacar permite asomarse a ese proceso alquímico mediante el cual Aizenberg destilaba la verdad esencial en la línea, el color y el paisaje de su obra: al lado de cada obra cuelgan los bocetos que llevaron hasta ella....(mas)